Dedicado a Paúl Ricoeur
por su obra Sí mismo como un otro.
La chica llevaba horas metida en la
oscuridad del llanto, eso se infería por la caja de pañuelos vacía, como su
corazón; el cesto de basura estaba lleno de papeles que no la habían consolado.
Lupe llegó en el momento más oportuno para ella. Al verla se quedó unos
segundos impávido, pensando “¿Cómo la comprendo? ¿Qué hago para ayudarla?” De
pronto, se dio cuenta de que lo que ella necesitaba no era un análisis
sicológico de su estado de ánimo, que explica pero no logra comprender a las
personas. Cuando el ser humano quiere ser comprendido no quiere que le echen un
choro, quiere ser comprendido, y eso exige que el otro se ponga en un estado de
ánimo similar al suyo, a esto se le llama empatía.[1] Así, Lupe entendió
cómo debía acercarse a su amiga. La abrazó, le acarició las mejillas, le dio un
beso en una de ellas, y preguntó.
—
¿Qué te pasa, por qué lloras
de esa manera?
—
No puedo decírtelo.
—
¿Quieres seguir llorando?
—
Si, pero quédate conmigo,
así, abrazándome.
Varios minutos continuaron en la
misma posición en un silencio tenso, profundo y caótico. De repente, Michelle
se decidió a hablar.
—
Si tú supieras porqué estoy
llorando tal vez me rechazarías.
—
Escucha bien lo que te voy a
decir, te quiero, te entiendo, te acepto. Nada en este mundo podría hacer que
yo te rechazara. Cuéntame lo que quieras.
—
Soy.... como te lo digo....
hija.... de mi..... abuelo.
—
Tienes su apellido, es
legalmente aceptable eso ¿por qué te preocupas?
—
¡¡No me estás entendiendo!!
Me acabo de enterar que ¡¡¡soy su hija!!!!
—
¡¡¿Y quién es tu mamá?¡¡
—
Pues la hija de mi abuelo.
Imagínate que trauma. No lo hubiera sospechado nunca. Es una tragedia.
—
¿Y también tu hermana
Cristina?
—
No. Ella es hija de otro
hombre al que dejó mi madre porque estaba enamorada de su padre. Cuando mi
abuela murió, él entró en una fuerte depresión que sólo el amor de mi madre
alivió, eso fue lo que me contó Cristina.
—
Carajo. No, pues... si está
fuerte. ¿Y tu abuelo también amaba a tu mamá como mujer?
—
Aún la ama. Los descubrí
haciendo el amor. Al principio no comprendí qué sucedía, pero después mi madre
tuvo que confesármelo todo, pues yo me puse histérica al ver la escena. Me
dijo:
—
Tú ya estás grande Michelle,
me vas a tener que entender. Amo al hombre con el que me viste en la cama.
—
Yo contesté fuera de mí —¿Cómo
quieres que te entienda ¡¡¡Es tú papá y es mi abuelo!!!?
—
Ella insistió.
—
No sólo es tu abuelo, también
es tu padre.
—
¡¡¡¿Queeeeé? !!!
—
Si Michelle. Soy tu hermana y
tu madre al mismo tiempo, pero siempre hemos cuidado de ti, no te puedes
quejar. Tu padre todo el tiempo ha estado al pendiente. Ha sido un buen padre,
no lo puedes negar.
—
¡¡No me hables. No quiero
entender. Estás loca!!
—
Salí de aquel cuarto
sintiéndome totalmente miserable. Sumergida desde entonces en el caos de la
amargura, como un barco sin dirección alguna, sin saber a quién recurrir.
Platiqué con Cristina y ella me dijo que ya lo sabía, pero que mi madre le
había pedido guardar el secreto. ¿Ahora qué piensas de mí?
—
Carajo, no sé qué decirte,
está grueso.
Los dos amigos se abrazaron al
comprender su impotencia ante la situación. Durante varios días Lupe reflexionaba
con Óscar acerca de las relaciones incestuosas. Se dieron cuenta de que el
fenómeno era muy común, pero no dejaba de causar horror. Se enteraron de muchos
casos, todos ellos distintos, la mayoría producto de la violencia, del
machismo, de la complicidad femenina, de la tiranía, guardados en la cueva de
los silencios, que como su Rey tiene al Terror. Terror de hablar, terror del
castigo, terror de la represalia, terror del morbo. Madres que frente al terror
de la soledad permiten el abuso. A Lupe le causaba tristeza la pornografía en
Internet y en otros espacios que fomentan la pedofilia en la familia, en los
centros turísticos, en el sin hogar de los niños de la calle, y en otros tantos
lugares. La masa social cree que ocultando un hecho, lo anula. Cuando en
realidad la única forma de tirar a ese Rey de su trono, es hablando. Y sin
embargo, consideraron que el caso de su amiga era diferente.
Después del largo maratón del pensamiento, Lupe tuvo un reencuentro con su gran amiga, quien a la defensiva le respondió.
—
No me tengas compasión.
—
Si te tengo compasión, pero
la compasión no es lástima, sino pasión con el otro, es sentirse de manera
similar al otro por el mismo motivo. Esa es la verdadera compasión, y sólo ahí
empieza la verdadera comprensión.
—
¿Pero cómo puedes decir que
me comprendes si nunca lo has vivido?
—
Nadie comprende por completo
a nadie. Sólo coincidimos, y en la medida en que coincidimos decimos que nos
comprendemos. Y sí te comprendo. Yo también estaría sacado de onda si estuviera
en una situación como la tuya. Sólo se puede comprender a alguien con
profundidad en la medida en que somos capaces de ponernos en su lugar. ¿Por qué
no tratas tú de comprender a tu madre? Ya te dijo que está enamorada. Imagínate
que estuvieras enamorada de tu padre, y que él te correspondiera, como le pasó
a tu mamá.
—
No quiero ni pensarlo, estás
loco. Ahora tú imagínate, si yo me enamorara de mi padre, ya seríamos dos, mi
madre y yo.
—
No, no me refiero a eso. Haz
de cuenta que tu padre no lo es, que es otro, más joven y que tú lo ves como un
hombre, no como tu progenitor.
—
Eres un cabrón. No te
entiendo. Pensé que me ibas a decir que todo esto era una desgracia ¿y dices
que me comprendes?
—
Tú quieres que te comprenda,
pero no haces ningún esfuerzo para comprender a tu madre. Y pensándolo bien no
creo que seas víctima de nada. Es cierto que siempre te han cuidado. A veces
creo que eres una niña muy consentida. ¿Por qué te preocupas? El que se amen es
bronca de ellos ¿a ti en qué te afecta? ¿En lo que vaya a decir la sociedad? No
tienes porqué decirlo ¿O quieres hacerlo? ¿Quieres que todo el mundo se entere
de tu supuesta tragedia?
—
Ya mejor cállate cabrón. Ya
no se qué pensar ni cómo actuar.
—
Ponte en el lugar de ellos,
se aman[2]. Y me doy cuenta de que muy a pesar de los prejuicios de la
sociedad forman una bella pareja. Era obvio, hasta ahorita lo entiendo. Con
razón a todos lados van juntos, apoyándose el uno al otro. ¿Por qué pensar mal?
Yo pensaría mal, sobre todo de tu abuelo, es decir, de tu papá, si me hubieras
dicho que tu madre te confesó que había sido violada por él y que como producto
de esa violencia naciste tú. Pero lo que te confesó fue que se amaban, así
cambia la cosa. San Agustín dijo “ama y haz lo que quieras” y yo digo “si lo
que haces no daña ni a ti ni a los demás nadie puede decir que está mal”. Dime
¿qué daño te quieren hacer tus padres? ¿Y por qué tendría que dañar a los demás
su relación? ¿Quién es el juez para juzgarlos? ¿Tú? ¿Con qué derecho?
—
Lo que yo buscaba era tu
apoyo ¿y mira con qué me sales?
—
Apoyarte no es darte la
razón, eso sería lo más fácil. Lo que quiero es que afrontes tu realidad. Que
te pongas en el lugar de tu mamá, y sé que eso no es fácil, porque hacerlo
implica dudar de lo todo lo que has creído. Y es que el otro no tiene
necesariamente nuestra misma percepción ni el mismo punto de vista, en este
caso tu mamá. La mirada del otro siempre lleva un misterio; cada ser humano
percibe de manera distinta desde ciertos supuestos, creencias, y una
sensibilidad diferente. Para comprender al otro hay que poner en suspenso
nuestras propias creencias, nuestra propia sensibilidad.
—
Para ti es sencillo decirlo
porque no estás viviendo lo mismo que yo. ¡Mentira....Mentira... no me puedes
comprender! Además, tú que lees tanto deberías saber que las relaciones entre
familiares causan enfermedades genéticas, patologías, incluso deformaciones,
monstruos. Si hiciéramos del incesto una ley provocaríamos la extinción de la
especie humana.
—
Estoy de acuerdo contigo. La
historia nos ha mostrado que las familias aristocráticas de distintas culturas que
practicaron el incesto para no mezclarse con la plebe tuvieron extrañas
enfermedades como la hemofilia; sufrieron padecimientos terribles, con una
simple cortadita se podían morir desangrados. No creas que estoy defendiendo el
incesto, pero desafortunadamente para ti tu pasado no lo puedes cambiar. ¿Qué preferirías ser hija de una familia sin amor,
o lo que eres en este momento? ¡Tuviste la suerte de que la lotería genética no
produjera ningún mal. No eres un monstruo!
—
¡No sé lo que me pueda
suceder más adelante. Tal vez tengo alguna enfermedad que aún no se manifiesta!
—
Quizás, pero porqué te
adelantas. Disfruta tu vida.
—
¡Estúpido, sigues sin
comprenderme!
—
Creo que te comprendo porque
he convivido contigo, te conozco desde que entramos a la prepa, me considero tu
amigo, nos hemos ayudado mutuamente. Por otro lado, aprender a comprender al
otro es aprender a dudar de uno mismo. Por supuesto que no te comprendo por
completo, eso es si imposible porque no puedo penetrar como un rayo tu
pensamiento ni tu sentimiento, no soy mujer, no tengo tu misma sensibilidad,
pero últimamente hemos vivido cosas juntos, eso nos acerca y nos hace coincidir
¿Y cómo saber si uno comprende al otro sino es a través de la coincidencia?
—
No estoy de acuerdo, no me
estés chingando, te voy a pedir, y como favor... ¡qué te vayas a la chingada!
Sal de mi casa y no vuelvas a cruzar palabra conmigo. Olvídate de que vuelva a
ser tu maestra de matemáticas; a mí qué me importa si repruebas, o si no
entiendes los ejercicios. También quiero que no le cuentes a nadie lo que
estuvimos hablando.
Lupe salió de la casa de Michelle
destrozado, casi en actitud de derrota. Había perdido a su única amiga. Se
decía:
—
Con razón el mundo está tan
jodido. Nadie está dispuesto a comprender a los demás. Ahora entiendo porqué
las guerras, la bota sobre el cuello del enemigo, la diferencia de clases
sociales. Todo mundo se encierra en su cómoda burbuja y se hace frío e
insensible frente al otro.
—
Ahora me sales con que
quieres cambiar al mundo. ¿Tú crees que se puede cambiar esta podredumbre? Yo
creo que no.
—
Mira Óscar, es tan necio
creer que todo está bien como que todo está mal. Yo creo que hay cosas que si
podemos mejorar.
—
¿Cómo cuáles?
—
Por ejemplo, el caso de
Michelle. Si ella tratara, como se lo propuse, de comprender a su madre hasta
mejoraría la relación entre ellas, porque le contesta de cada manera que paso
vergüenzas ajenas, ¡se la vive peleando por cada tontería!
—
¿Qué te entristece más, que
ella no comprenda o que la hayas perdido?
—
Me duele decirlo pero aunque
las personas son irremplazables, los amigos van y vienen, me lastima más el que
no comprenda. Yo creo que si todo el mundo intentara comprender al otro y ver
por él tendríamos un mundo más armónico. ¿A poco tú no lo crees igual que yo?
—
Ya me saliste socialista.
Hasta pareces la madre Teresa de Calcuta. El ser humano es egoísta por naturaleza,
únicamente deberías preocuparte por tus seres queridos, por los demás no puedes
hacer nada.
—
¿Qué es ser socialista sino
estar preocupado por todos, porque a cada quien se le reconozca, a pesar de sus
diferencias con los demás? A mi si me preocupa el hambre, la sed de
conocimientos, la inequidad de género, la mala distribución económica, y no
creo que el libre mercado pueda solucionar de manera automática todo, yo creo
que promete lo que nunca podrá cumplir, y lo vende como la filosofía barata del
éxito.
—
Todos los sistemas
socialistas fueron dictaduras disfrazadas. A mì no me vengas con tus cuentos
utópicos. Además, no pudieron desarrollar la tecnología ni la economía como lo
ha logrado el capitalismo. La base del desarrollo de los países es la competencia,
y se aplica lo mismo para cada ser humano.
—
Estás equivocado, pues la
competencia deja fuera a todos los discapacitados, no los reconoce como seres
humanos con derechos, el mundo actual es un fascismo maquillado de democracia. ¿Y
qué me dices del desarrollo de la medicina cubana? Si el socialismo no generara
tecnología no sería posible que ese país tuviera tan buenos médicos ¿Y qué con
las mujeres, con los negros, con los indígenas de Latinoamérica? Lo que hay
detrás es un grito ahogado de millones de personas en el silencio que deja tras
de sí la impune violencia, en donde el llamado del otro se nos manifiesta sin
nombre, sin rostro.
—
No creo estar equivocado; sin
embargo, pienso que tal vez la solución es una tercera vía con una economía
mixta, mitad mercado, mitad pública, algo así como un centauro, en donde
sociedad civil, empresas y Estado gobiernen a través de grandes pactos de
desarrollo en todos los sentidos.
—
Lo que tú propones Óscar es
una hipocresía. La tercera vía europea no es más que un capitalismo oculto, con
máscara. Al interior son social-demócratas, pero al exterior siguen siendo
neoliberales-imperialistas, una bola de burgueses que se esconden tras los
nombres de instituciones como: OMC, BM, FMI, etcétera. No están muy alejados de
los yanquis. Quizá son un poco menos peor.
—
Chale, “menos peor”. Si mi
Lupe, ahora me doy cuenta de que te bajaron del cerro a tamborazos. Demuestras
el atraso de todos los que piensan como tú. Aterriza ya. Si no se puede hacer
nada para cambiar al mundo ¿para qué lo intentas? Mejor disfruta tu presente,
tu vida. El ser humano está condenado a su propia destrucción.
—
Yo no me daré por vencido,
precisamente es mi propio presente el que me va a indicar el camino.
—
¿Sabes qué? No somos más que
un par de adolescentes ignorantes. La política es como el fútbol o la religión.
Todo el mundo se apasiona, cree saber, tener la razón, pero realmente pocos
saben qué es lo que más conviene a este universo. Y ni tú ni yo, por más
discusiones que tengamos, llegaremos a una última respuesta. La política es
críptica, tiende a ocultarse. Desde el momento en que otro toma decisiones que
no siempre puede consultar con los demás, se convierte entonces como en un
poder metafísico que nos domina.
El llanto de un bebé interrumpió la
discusión entre Lupe y Óscar, eso hizo que Lupe recordara la clase de la nueva
maestra de Sicología, la cual estaba terminando una maestría en Filosofía. Lupe
pensaba en su gran suerte al tener profesores tan preparados como Anastasio y
la bella y joven Mictla, esta última no hacía honor a su nombre, pues por lo
contrario, estaba llena de vida. Era ocurrente, simpática, y así como Anastasio,
los incitaba a pensar entre pregunta y pregunta mordiendo traviesamente su dedo
índice con una pícara sonrisa, pero a diferencia de aquél cuidaba su presencia.
Sus vestidos o faldas eran holgadas, de muchos colores, expresando las raíces
de su sangre mulata, de sus orígenes mestizos entre negro e indio; su cabello
largo se movía al son de sus sensuales caderas que antecedían a unas torneadas
piernas en las que se apreciaba un leve tono canela rojizo que envolvía de
sensualidad el ambiente, y que de repente se asomaba por la atrevida abertura
de su ligera falda. Sus sandalias a todas luces eran cómodas, tenían la peculiaridad
de unirla con la naturaleza, con el campo, con la tierra. Cadenas, pulseras,
aretes colgaban con soltura y bailaban alrededor de su figura. Su carácter
extrovertido y sus movimientos de aquí para allá coincidían con el viejo
Anastasio; ella flotaba en un sueño platónico de Lupe y de los demás
integrantes del grupo.
Después de describir a su atractiva
profesora, con aires de enamorado, Lupe comenzó por explicar a Óscar que Mictla
les puso como ejemplo a una madre con su bebé, ella era el espejo del bebé, ya
que si éste reía, la madre, por lo general, se ponía alegre, y si estaba triste
o lloraba la madre entristecía, dándole cuenta así de sus propias emociones
mediante el lenguaje del rostro que el bebé por primera vez aprendía. La madre
no solamente era el espejo también era el testimonio de la propia existencia de
su hijo. El otro, en este sentido, es nuestro espejo, pero también aquello que
nos hace patente nuestra existencia, decía Lupe.[3]
—
Quiero saber a detalle cómo
fue tu clase porque me gustó la probadita.
—
La clase fue profunda e
interesante. Nos explicó la ventana de Jo-hari
—
¿La ventana de quién? ¿Qué es
eso?
—
Ahora lo naco te salió a ti.
Jo-hari es un pensador hindú que la sicología actual lo ha retomado, eso es lo
que nos dijo Mictla.
—
Bueno, síguele.
—
Pon mucha atención porque
esto es complicado, complejo, pero muy interesante. Te lo voy a decir tal cual
lo expuso Mictla.
Lupe dibujó en la tierra, pues
estaban en un jardín, la ventana de Jo-hari que su profesora había trazado con
destreza en el pizarrón:
Lo que se le oculta al otro:
O – Otro.
|
Lo que se le muestra al otro:
M – Otro.
|
|
Lo que se le muestra al sí mismo.
M - Sí mismo.
|
1).- Lo Íntimo:
Lo que se le muestra a uno mismo y
se le oculta al otro.
M – Sí Mismo.
O – Otro.
|
2).- Lo Evidente:
Lo que se le muestra al otro y a
uno mismo.
M – Sí mismo.
M – Otro.
|
Lo que se le oculta al sí mismo.
O – Sí mismo.
|
3).- Lo Oscuro o la sombra:
Lo que se le oculta al sí mismo y
al otro.
O - Sí Mismo.
O – Otro.
|
4).- El “otro sí mismo” o el “Otro-Yo”:
Lo que se le oculta al sí mismo y
se le muestra al otro.
O - Sí mismo.
M – Otro.
|
Comenzó por explicar lo íntimo.
—
¿Tú le contarías a cualquier persona tus
secretos? ¿Andarías desnudo por la calle? ¿Dejarías que un desconocido entrara
a tu cuarto o al baño contigo?
—
Claro que no. Eso es algo que lo guardo para
mí no para los extraños, ni a ti que eres mi amigo te dejaría entrar conmigo al
baño cuando estoy haciendo mis necesidades ¿O sí?
—
Continuemos con la explicación. Pasemos a lo
evidente ¿Tú eres mujer o eres un anciano?
—
¿Qué no ves? ¡Soy hombre e irradio juventud!
—
Entonces eso es lo evidente, lo que
todos podemos ver de ti. La apariencia es superficial. Lo que aparece a primera
vista, lo que no se puede esconder.
—
Ya me quedó claro ¿Qué más?
—
Ahora imagina que tienes tres meses de edad,
una araña te pica, pasan los años y te conviertes en un guarura que
aparentemente no le tiene miedo a nada, pero cuando ves a una arañita te subes
a cualquier lugar cercano y empiezas a gritar como una vieja histérica.
—
No mames ¿Cómo una pinche arañita me puede
causar tal trauma?
—
Es un supuesto ¿Te acordarás o alguien sabrá
por qué tienes esa fobia?
—
No lo creo.
—
Esa es tu parte oscura o la sombra.
Muchas veces actuamos de cierta forma sin saber las razones de porqué actuamos
así, y eso es debido a que detrás está nuestra sombra.
—
Que seguramente no tiene nada que ver con esa
sombra física que proyectamos.
—
Claro que no, no seas güey. Vámonos con lo
otro. ¿Nunca te ha pasado que alguien te dice algo de ti que tú no sabías y que
después te cae el veinte y te das cuenta de que tenía razón?
—
Si, si me ha pasado.
—
Cuándo es algo bueno ¿cómo te sientes?
—
Pues bien, muy orgulloso o vanidoso. En
ocasiones incrédulo, pero bien.
—
¿Y cuándo te dicen algo malo o que no te
gusta?
—
Mejor no te digo, obviamente molesto.
—
¿Lo aceptas?
—
En un inicio no, pero después, en la
intimidad, lo pienso con calma y la mayoría de las veces lo acepto ante mí
mismo, pero no siempre ante los demás.
—
Lo que se te manifiesta es el otro yo Óscar
que tú no conocías. Ese otro que todos llevamos a cuestas y que la gente que
nos conoce a veces puede ver. Como te puedes dar cuenta todos tenemos un
misterio, aún para nosotros mismos.
—
Chida tu clase. ¿Hay más?
—
Si. Ahora te voy a platicar que las áreas no
son estáticas, algo de nuestro interior o alguna relación con alguien puede
pasar de una a otra. Por ejemplo, toda persona cuando te conoce empieza por lo
evidente, pero en la medida en que se gana tu confianza va entrando en tu
intimidad. Sin embargo, cada ser querido entra a la intimidad por distinto
camino y en diferente medida. ¿Tú tendrías una relación sexual con tu mejor
amigo?
—
No, pues no soy puñal.
—
¿Le contarías a tu novia tus deseos cachondos
por otra mujer como se los cuentas a tu mejor amigo?
—
¡Claro que no! ¿Para que buscarme broncas
gratuitas? Tal vez se pondría loca.
—
Tanto con tu novia como con tu mejor amigo
tienes alguna forma de intimidad, pero es distinta. Para explicar con mayor
claridad te diré que con cada ser querido o cercano tienes una intimidad
distinta, pues en algunas cosas uno resulta más comprensivo que otro y eso te
permite una mayor confianza, así el paso de lo evidente a lo íntimo
es tan diverso como tus múltiples relaciones con los demás. Por otro lado,
imaginemos que eres una mujer en un cuerpo de hombre, pero que no lo sabes,
otro se da cuenta de ello, ¿Lo aceptarías?
—
Pues no, claro que no. Quizá hasta lo
golpearía. Mira que afirmar que este bimbollo es maricón. No lo toleraría.
—
Al inicio la mujer que llevas dentro sería tu
parte oculta, tu sombra, y en el momento en que el otro se da cuenta,
algo de tu sombra se manifestaría como un otro yo, es decir,
verías algo de ti que no reconocerías como parte de ti mismo, te verías como un
extraño, como otro Óscar. ¿Y si con el tiempo te dieras cuenta que es cierto,
se lo mostrarías a todos?
—
No, sería algo íntimo.
—
Ahora piensa que tienes reprimida tu verdadera
naturaleza y que tarde o temprano se va a manifestar, porque nadie es feliz
cuando tiene en el ser un ancla que no le permite la libertad de ser quien es,
que lo hace ocultarse tras un disfraz por quedar bien con los demás.
—
¿A dónde quieres llegar?
—
A que un día podrías explotar y decidirte a
ser todo un maricón. Ese día llegarías con una sensual faldita y te moverías
coquetamente como toda una damita.
—
No chingues. Hasta el momento si estoy seguro
de que soy un hombre.
—
El proceso que acabo de expresarte es la
liberación de lo oculto. Puede saltarse pasos y no necesariamente pasar
de lo oscuro al otro yo, después a lo íntimo para terminar
en lo evidente. El sendero de un cambio a otro puede ser inmediato.
—
¿Y si sucediera al revés? Porque también es
posible que uno olvide cosas que antes resultaban evidentes. Por ejemplo, cuando
queremos olvidar algo que no nos agrada o cuando tenemos un trauma.
—
Explícate mejor porque no te entiendo.
—
Para allá voy. Un cuate es adicto a su esposa,
se la pasa todo el tiempo con ella, tanto, que pierde el trabajo, a sus amigos;
es celoso, posesivo, no la deja ni un momento sola. Ella, cansada de esa
actitud, lo abandona. Él, que le presumía a todos a su bella compañera de forma
evidente, no quiere que nadie se entere y lo vuelve algo íntimo.
Un día en una congestión alcohólica le da una amnesia postraumática.
—
¿Una amnesia qué? Evita tus términos
domingueros.
—
Estarás de acuerdo que está traumado y que
todo su pasado solamente lo hace sufrir, eso provoca que lo quiera olvidar,
pero el trauma llega a tal grado que no solamente olvida lo desagradable, sino
todo, hasta su propio nombre, y se la pasa buscando el lugar donde la conoció
sin saber ya porqué. ¿Ahora si me entendiste?
—
Entonces te quedó claro. Pero no sólo en los
traumas, como los de una violación, un robo, la guerra o cualquier otro tipo de
violencia queremos olvidar, también en cosas cotidianas ¿Cuántas veces no
encuentras el cuaderno de matemáticas? Cuando es evidente que lo pusiste frente
a tus ojos. ¿No será que no quieres hacer la tarea, y por eso no te acuerdas?
—
Carajo, creo que tienes razón. Quiere decir
que este proceso, en vez de liberar, reprime o ata.
—
¿En cuál de estas áreas uno se comprende a
partir del otro?
—
Pues en el otro yo, ya que uno ve la
parte oculta de sí mismo a través del otro.
Esa tarde como cada semana Lupe
auxilió en las materias de humanidades a Mariana, a quien no le gustaba leer,
pero sí le agradaba escuchar las disertaciones que él hacía porque estaban
permeadas de buen humor, gracia, talento y múltiples halagos, apapachos,
ejemplos vivos con besos y caricias. Algo diferente ocurrió esa ocasión después
de estar juntos en un escabroso lío y oscuro sin sentido que a Lupe pusieron
ido. En un hirviente frenesí efímero se perdió entre dulces voces marchitas,
con los ojos sin asombro, en las delicadas piernas de Mariana, que él sin
pensarlo abría; sin luz ni chispa ni fuego en muerta pulsión...[6]
Mariana entregaba su cuerpo a medias
la mayor parte de las veces, su boca, su mirada, su alma, dejando en medio una
burbuja de vacío que los alejaba irreconciliablemente. Lupe había reflexionado
por varios días, quizá semanas en lo desgastante que era esa relación a medias.
“¿Cómo quiere mantener una relación secreta? ¿Qué soy? ¿Su amigo? ¿Su amante?
¿Su novio? ¿Su entretenimiento? ¿Su sirviente? ¿Su bufón? ¿O una no categoría
que reúne a medias todo lo anterior?” A la que ella llama amiguito.
—
Si, eres mi amigo ¿Por qué te extraña, si eso hemos
sido durante estos meses?
—
¿Con cualquier amigo tienes relaciones
sexuales?
—
Claro que no, tonto. Pero lo nuestro es
diferente, guarda un halo de misterio y eso es muy atractivo.
—
¿Atractivo para quién? ¿Para tu novio, o para
las últimas parejas que has tenido? Porque siendo tu “amante” he sido tu única
relación de pareja constante, a los demás los cambias como si fueran tus
calzones, sólo yo te he tolerado tus desplantes y tus berrinches de niña
consentida... Un día me quieres, me besas y soy todo para ti y al siguiente día
o en unas horas ni me pelas. Siempre te ha dado vergüenza que se enteren los
demás de lo nuestro, ante los otros te cuesta trabajo reconocer que somos
“amigos”. Entonces insisto ¿para quién es atractivo?
—
Pensé que para los dos. ¿Qué
te pasa? ¿Por qué me reclamas? Habíamos estado muy bien.
—
Lo que entiendo es que para
ti estar bien es usar a los demás a tu antojo. Nunca has tratado de apoyarme ni
mucho menos de comprenderme cuando tengo problemas, al contrario es cuando más
te alejas ¿Cómo puedes pensar que eso es estar bien?
—
Nunca has pedido mi apoyo,
con lo calladito que eres es muy difícil saber qué te ocurre, yo no soy
adivina.
—
Lo que te estoy pidiendo
ahora es que abras la relación delante de los demás, que me seas fiel, que si
realmente quieres andar conmigo dejes de ser mi amante y seas mi novia.
—
¡Estás loco! ¿Para qué?
—
Entonces vamos a dejar de
vernos porque estoy cansado de amoríos truncados que un día son y otro no. De
ser tu sirviente, de estar siempre para ti cuando tú no estás para mí. Entre tú
y yo no hay reciprocidad. Y en una relación amorosa sin reciprocidad no hay
verdad. Yo creo que una amistad o un amor tiránicos no son ni amistad ni amor.
Tú siempre has sido tirana y manipuladora conmigo, y con todos. Pero hasta aquí
llegó tu reinado.
—
Pero si tú también has gozado
de libertad, yo nunca te celo. Te la pasas platicando con Michelle muy a gusto,
estás más tiempo con ella que conmigo, y yo no digo nada.
—
Porque no te conviene. Además
sabes muy bien que Michelle solamente es mi amiga, la única, la verdadera,
porque ella si es auténtica.
Con los ojos marinos bañados de sangre
como si hubiera sucedido en su interior una batalla naval. Frustrada, dolida,
llena de furia, a punto de que las lágrimas de despecho resbalaran por sus
mejillas Mariana explotó en injurias hacia Lupe, el cual, sin saber qué hacer en
el fondo de su desamor sólo retrocedía mirándola atentamente.
—
Ya párale, deja de
justificarte, si te quieres largar ¡lárgate! Yo también ya me cansé de tener a
mi lado a un enclenque nerd como tú. Soy demasiado para ti. Soy bonita,
atractiva, inteligente ¿Y tú, ya te viste en un espejo? Pasas desapercibido,
eres un don Nadie. Conmigo salías rayado aún cuando los demás no lo supieran.
—
Tienes razón, por lo mismo me
voy. No me vuelvas a llamar ni a pedirme ayuda porque no tendrás respuesta, ya
no quiero más migajas.
Salió no sin antes escuchar un
“chinga tu madre” de la niña que había sido su adoración, y que hoy le parecía
algo insignificante.
Desde ese día y casi sin darse
cuenta Mariana entró en una oscura depresión que la postró en cama. Sus padres
preocupados le preguntaban “¿Qué te pasa chiquita? ¿Por qué no sales? No estás
comiendo bien, ya ni a las fiestas quieres ir”. A lo que ella respondía “¡Qué
les importa! Ustedes siempre están ocupados en sus cosas!”. Por su soberbia era
imposible obtener un pedacito del secreto que guardaba. Ella se daba cuenta por
primera vez que se había enamorado de un chavo común y corriente, ni galán ni
rico ni popular ni carismático, pero tenía cualidades poco vistas: la
inteligencia, la ternura, la sensibilidad. No lo podía aceptar, el alma se le
consumía en una pasión que consideraba absurda. Rabiaba para sus adentros por
la debilidad que la tenía presa. Moría de vergüenza de que alguien más se
enterase. Mirándose al espejo se cuestionaba sumergida en su propio infierno.
Lupe en cambio se sentía liberado,
por fin solo. Algunos días en encuentros con su propio ser, y otros ante la
terrible ausencia, descubriendo las dos caras de la soledad.
Una tarde caminaba por un parque
cercano a su casa, hablaba con su mejor amigo: Óscar; éste lo interpelaba con
picardía, como era su costumbre.
—
¿Dices que Mariana fue una cabrona contigo? ¿O
no?
—
¡Si!
—
¿Puede existir una cabrona
sin que haya un pendejo?
—
No me chingues. Ahora resulta que para tu
visión yo soy el pendejo.
—
Yo sólo te pregunto. Si no estás de acuerdo
arguméntame porqué. Pienso las cosas en una relación dialéctica, entre opuestos
complementarios que dependen uno del otro para existir.
—
Entonces ponme otro ejemplo.
—
¿Puede existir un alumno sin
maestro o un padre sin un hijo, o un jefe sin empleado, o viceversa?
—
No es posible porque el papel de uno, su
propia esencia, su sentido dependen de la existencia del otro.
—
Me das la razón. Sí fuiste un pendejo, pero ya
recapacitaste.
—
Eso es lo bueno, pero todos
tenemos algo de pendejez. Unos de una manera y otros de otra. Pendejez es creer
que se sabe cuando no es así,[7] yo creí como todo tonto enamorado que lo de Mariana era
verdadero, pero no era más que una ilusión que me tenía prisionero. Antes,
cuando me veía en el espejo no me reconocía en el sentimiento, incluso me
sentía avergonzado ¿Qué manera de reconocerme a través de Mariana, no lo crees?
Descubrí a mi otro yo.
—
¿Y ahora cómo te ves?
—
Como alguien que tenía un gran vacío, y que no
se atrevía a exigirle al otro, más bien a la otra, respeto, dignidad y
reciprocidad para conmigo, tenía demasiado miedo a perderla, no sabía decirle
que no.
—
Pero ya te atreviste, amigo mío. Sin embargo,
me gustaría que me dijeras qué es para ti el otro.
—
Desde la imagen de mi
espejo el otro es mi reflejo, y así el mundo es una casa de espejos o un
caleidoscopio. Desde el otro yo, es decir, mi interior que yo no veo
pero el que convive conmigo si ve, es el misterio; el mundo en consecuencia es
la morada de los misterios. Desde la relación dialéctica, esa que tú
mencionabas hace un momento, el otro es mi complemento; y el mundo un gran
teatro en donde cada uno asume su papel en relación complementaria con los
demás, como un gran rompecabezas móvil, una malla que se extiende en tantas
direcciones como vínculos tiene con los otros, un almocarabe.[8]
Comprendo al otro mediante mi propia experiencia y la convivencia con él,
aunque no pueda conocer todo de él y exista algo inasible que me desborda como
un otro otro[9], es decir, absolutamente otro. La otredad también permea mi
interior de tal forma que el misterio me habita, me hace suyo.
—
Con tu explicación me queda claro que la
pendeja fue Mariana por dejarte ir.
Una pequeña joven impulsiva,
explosiva, alocada, cuyo ser se movía de arriba para abajo como una montaña
rusa de forma impredecible, como una tormenta que se convierte en huracán o
como un huracán que se transforma en una suave brisa lo abrazó violentamente
sin previo aviso sacándolo de sus cavilaciones, provocándole un soberano susto.
—
¡¡¿Qué haces aquí Michelle?!!
—
Tenías razón, ya me puse en el lugar de ellos
y creo que los entendí, pero no estoy de acuerdo con el incesto y todavía tengo
miedo de que a futuro se pueda manifestar en mí o en mis descendientes algún
mal; sin embargo, en lo que coincido contigo es en que el amor es una fuerza
indómita que no se puede domesticar o institucionalizar; se da de forma
gratuita y natural, no se le puede forzar. Y el buen amor tiene algo de entrega
mutua e incondicional, que es lo que yo veo en mis papás, y en nuestra amistad.
No quiero perderte como mi amigo, como mi mejor amigo. Me mostraste un lado de
mí misma que yo no conocía. Me consideraba liberal en mis pensamientos, sin
prejuicios, pero tú resultaste ser más vivo que yo. Viste lo que yo no vi. El bello
misterio que radica en tu persona es para mí un tesoro. Porque sin misterio no
hay asombro, y sin estos dos la magia de la amistad, y seguro que también del
amor, no podría darse. Yo te preguntaría ¿Podría haber belleza sin misterio?
Lupe se concreto a corresponder el
abrazo mostrándole el cariño que le provocaba esa niña de cambiantes humores. Y
es que al fin... una herida profunda... se le cerraba.
[1]Edith
Stein. El problema de la Empatía.
[2] Un caso interesante relacionado con el incesto
se muestra en el nombre de la escritora Elena Poniatowska Amor, su apellido
surge a partir de que dos primos le piden al Papa en turno casarse porque están
enamorados. No fue sencillo que aceptara el jerarca; sin embargo accedió, a
condición de que sus descendientes llevaran el apellido Amor. La Biblia
(Antiguo Testamento) es rica en estos casos. Por ejemplo, en Génesis 19, 30-38.
Se expone la unión de Lot con sus dos hijas, las cuales conciben a su
descendencia. En el primer caso se permite el incesto por amor, en el segundo
es admitido por la necesidad de tener progenie.
[3]
Tzvetan Todorov. La vida en común.
[4]
Jo-Hari. La ventana de Jo-Hari.
[5]La
película fue dirigida por Win Wenders.
[6]Parafraseo
del poema titulado Apagado devenir, corpóreo y plan, de Luis Alejandro
García Struck.
[7]Definición
del profesor Francisco Olvera quien
imparte la materia de Estética en la carrera de Filosofía, en la Universidad
Nacional Autónoma de México, FES (Facultad de Estudios Superiores) Acatlán.
[8]Almocarabe
es un tejido de figuras geométricas que se enlazan una con otra en una perfecta
armonía, representando para los islámicos el orden del Universo.
[9]La
noción viene del pensamiento del filósofo Emmanuel Levinas, no citamos un texto
en concreto porque se encuentra a lo largo de toda su obra.
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